Roger Olmos: libros y entrevista

Libros de Roger Olmos

Descubre el mundo creativo de Roger Olmos, uno de los ilustradores más reconocidos de la literatura infantil y juvenil. En esta página, exploramos su trayectoria artística, sus obras más icónicas y el estilo que lo ha convertido en una referencia en el ámbito de los álbumes ilustrados. Con títulos como La cosa perdida y colaboraciones con editoriales de prestigio, Olmos ha cautivado a lectores de todas las edades. Sumérgete en su biografía, descubre los libros y cuentos que han marcado su carrera, y conoce cómo su estilo visual ha influido en el panorama de la ilustración contemporánea.

Entrevista a Roger Olmos

Esta entrevista la mantuvimos a través de videoconferencia. Lo comento porque a veces, la forma de interactuar entre los dos puede dar lugar a equívocos en la transcripción.

Empezamos por El príncipe de los enredos. Para mí ha sido la manera de introducirme en el álbum ilustrado, algo avasallador, algo que me ha tocado muy profundamente. ¿Cómo se generó el proceso?, ¿cómo se gesta en colaboración con Roberto Aliaga?

A mi no me contacta directamente Roberto, me contacta Terrabastall. No me acuerdo bien si fue mi primer contacto con Roberto.

Lo que más me gustó fue que hacía mucho tiempo que no hacía ningún libro que acabase mal, desde Tío lobo, que fue el primero que publique con Kalandraka en el año 2000. El Príncipe de los Enredos fue el siguiente, con ese tono oscuro donde no todo era fantástico y maravilloso. Te da una lección de que incluso la persona con mejores palabras y más elegante puede ser el príncipe de los enredos. Eso me entusiasmo.

Por aquel entonces, cuando trabajé en este álbum, las facilidades eran muchas de calendario, tenía tiempo para hacerlo, no estaba muy atareado y decidí poner todo el esfuerzo posible en crear esa historia.

Pensar bien en cómo modelar los personajes y cómo crear el mundo que les rodea…

Hay una cosa que ha de quedar clara, cuando un editor te llama y te propone un texto de otro autor, tú dominas lo que es la imaginería, pero la única persona que te puede decir algo sobre lo que estás dibujando es la propia editorial.

Yo escucho a los dos, autor y editor, siempre. Este último se ha interesado en tu punto de vista de la historia. El autor, el escritor, narra la historia y el ilustrador decide cómo enfocar eso respetando siempre las premisas del autor, el tono de la historia y lo que quiere contar éste. Ahí no puedes cambiarle nada.

En el caso de El príncipe de los enredos me encantó la libertad que tuve para interpretarlo todo. Cuando leí la historia, después de darle muchas vueltas y de indagar mucho en la psicología de los personajes, de las hojas, en el cuervo, en el propio árbol, me vino a la mente la historia de Oliver Twist. No sé si se llamaba el señor Jenkins, el que adoptaba a los niños huérfanos y los ponía a robar. Pillaba estos chavales huérfanos y los recogía, les daba cobijo y techo, pero a cambio tenían que robar para él. En principio parecía muy bueno, muy bueno, pero en realidad era un tío malvado. Esa es un poco la figura del cuervo….

Creo que te estoy respondiendo a todas las preguntas que debes preguntar para mí.

No te preocupes, hay preguntas que me estás respondiendo que tengo previstas, pero tú tira del hilo… casi que lo prefiero.

Me encantaba la figura del cuervo a nivel visual, me encanta cómo se va transformando. Al principio es como muy natural en todas sus formas y, si te fijas, a medida que va pasando el libro, puedes ver cómo se va retorciendo, se va deformando, se va haciendo cada vez más vil, más vil, de manera que el que lo lea ya sabe cómo va acabar esto.

El trabajo en la psicología del árbol también fue muy importante. Tenía que dar pena porque es una historia que tiene que dar pena, invitar al sentimiento de injusticia.

Fue la época donde se empezaron a promover los mobbings inmobiliarios para echar de su casa a inquilinos que tenía alquileres muy bajos. Les empezaban a putear en plan te corto el agua, te quito la luz o te pongo al lado unos mariachis que se ponen a cantar canciones, yo que sé, a grito pelado a las 3 de la mañana. Un poco lo que hace el cuervo, un mobbing inmobiliario a las hojas y las raíces para quedarse con toda la estructura.

Bueno te dejo preguntarte algo porque si no…

Hay cosas del libro que me fascinan por ejemplo la imagen de las raíces que absorben el agua con la pajita. Me parece una aportación espectacular, las propias hojas. La verdad es que dentro del libro hay un mundo muy grande, mucha carga de significación: lo profundo, la luz… muchos elementos. Lo hablaba el otro día contigo, es un tipo de álbum ilustrado que es difícil de encontrar por el grado de complejidad que tiene y, a la vez, por su alta capacidad comunicativa que, en gran medida, descansa en la fuerza de sus imágenes. También al hilo de lo que te estoy diciendo, me imagino que el libro no ha sido reeditado no sé si porque plantea verdades incómodas o porque no encuentra su camino. A mí me sorprende mucho porque tiene una calidad enorme y que no se siga publicando…

Bueno, este libro tanto para Roberto como para mí nos sugería que iba a ser uno de esos clásicos que perduran para toda la vida

De hecho, lo es.

Cuando se lo presentamos a la editorial, en principio no le agradaba porque el final no era positivo, pero luego lo presentamos al Premio Lazarillo (2008) y, cuando ganamos, dijeron [los de Edelvives], venga (risa) lo vamos a publicar, pero siempre les quedó esa cosilla de que no acabará bien.

El trabajo del ilustrador no solo se limita a lo que dice el texto sino que debe aportarle cosas, engrandecerlo y darle otro lenguaje, aportar riqueza, hablo de riqueza visual, aportar mensajes con la imagen y si te tienes que crear un mundo entero que sea completo, que ese árbol pueda pertenecer a ese mundo, que esas hojas pueden pertenecer al árbol, que las raíces que están es el mundo oscuro, debajo del suelo, pertenezcan a ese árbol. No sé, tiene que estar todo, que pertenezca a ese mismo ADN, digámoslo así.

Y a mí una cosa que me encanta de mi trabajo es aportar aquello que la historia no cuenta. Estamos hablando de cuentos muy cortos, de poco volumen textual. Hablo de la parte que está más allá del texto y aporto yo.

Por ejemplo, en el caso de las raíces, en ese momento del cuento en el que el cuervo dice: “vosotras que alimentáis al árbol…”. En ningún momento, el texto te pone como alimentan al árbol, entonces ahí tengo yo vía libre para interpretar cómo se alimentan y era verano y, yo qué sé si ese día un día tomamos horchata (risas) y la raíz es una cosa que espera, que está bajo tierra, que está haciendo un trabajo muy duro, soportando su peso y eso tiene que dar una textura como muy desgastada y muy dura…

¿En esa parte del momento creativo tienes feedback del autor o de la editorial…?

Yo trabajo siempre por libre. [Los de la editorial] sí que te dan unas primeras directrices que son: “haz lo que te dé la gana” o “estamos muy muy en la casilla de esta franja de edad así que no te pases con según qué cosas”. Yo odio eso.

Por parte del autor yo siempre he tenido suerte, el autor no me pone trabas y me suele dar libertad absoluta.

En general, los que deciden que tú vas a ser el ilustrador ya saben por dónde va tu obra y por dónde vas tú y ya saben que les va a gustar, o bueno o no, pero al menos apuestan por ti.

Yo siempre mantengo comunicación, lo que no hago es empezar a ilustrar un libro y enseñarlo todo el último día. Lo primero que hago es trabajar en un story y en algunos esbozos de los personajes y los muestro; luego hago un planteamiento de escenas y las muestro y, seguidamente, voy haciendo una por una las escenas y las acabo y las voy enseñando.

Siempre mantengo la comunicación, es muy muy importante porque no puedes trabajarlo todo y desaparecer dos o tres meses y el último día de entrega enseñarlo porque quizá hayas cometido algún fallo en la primera o segunda ilustración que te puede condicionar el resto y ya no vas a tener tiempo de arreglarlo… Siempre tiene que haber comunicación.

O sea que mantienes la comunicación pero que, en el fondo, tienes libertad a la hora de crear.

Sí, sí claro. Necesitamos los ilustradores que nos den alas.

Yo, que me he dedicado al guion audiovisual, veo en todo este trabajo del álbum ilustrado un paralelismo con el cine. El guionista es el primero que trabaja en el proyecto de la película y el primero que desaparece del proceso. Al final, el que le da su estilo, el que construye la parte visual es el director. En vuestro caso es algo parecido, el punto final es el ilustrador y recae sobre él la capacidad de crear la arquitectura visual.

Sí, lo del cine, entiendo lo que dices, lo que pasa es que la producción audiovisual hay un director, un director de casting, peluquería… todas estas cosas. Aquí el ilustrador lo es todo: tú decides el casting, decides los vestuarios, decides los entornos, decides la iluminación en la fotografía (porque la composición es como la fotografía), de hecho, un libro abierto es una pantalla de cine, y tú estás haciendo lo que está enfocando la cámara y no solamente el personaje va a ir así o asá, sino que la composición te lleva a pensar qué momento de perdición o qué momento de tristeza. Lo tengo súperautomatizado.

Me encanta, me encanta todo el cine: el cine malo, el aburrido, el de Hollywood y el de palomitas. Me pasa lo mismo con los videojuegos: hay videojuegos que tienen unas composiciones, unos personajes, unos tratamientos y entornos que son brutales e inspiran un montón. No dejas de verlo como una pantalla rectangular que es una composición y sí, siempre te estás alimentando, buscando fuentes de inspiración donde sea y lo metes en el disco duro: iluminaciones, texturas, puntos de vista y luego lo vomitas sobre el papel.

Esto lo decía Innocenti, un ilustrador italiano: “el ilustrador es director, iluminador, lo es todo”.

Me he leído como unas 20 entrevistas tuyas de internet para recabar material, buscando no repetirme porque lo que veo es que muchas veces las entrevistas repiten las preguntas y no quiero incurrir en eso. He visto que hay un eje importante en el origen de tu mundo creativo: tu padre. ¿Él se dedicaba al tema gráfico?, ¿a la imprenta?

No, era diseñador, diseñador gráfico. Trabajaba para farmacéuticas y creaba logotipos, folletos… Diseñaba la imagen que iba a llevar tal producto. Trabajaba para el enemigo, básicamente (risas), lo que pasa es que yo de pequeño no me enteraba.

Él no tenía ordenadores. Te hablo de los 70 a 80 y el ordenador que había era muy basicCAMs y esas cosas En su puta vida ha trabajado con el ordenador, todo lo hacían con letraset, aerógrafo, ouage… En mi casa había mil y un tipos de cajas de letraset de colores, papeles adhesivos, había un montón de esas cosas y siempre había estado ahí trasteando y mirando y siempre he tenido la pintura muy presente.

¿Trabajaba en casa…?

Trabajaba en la empresa se llama a Farmaconsult y en casa tenía un despacho. Ahí también acaba cosas.

¿Te acabas metiendo ahí para ver lo que hacía tu padre?

No, no, no. Había una cosa y es que mi padre nunca nos ha metido en ningún lado, sí que nos llevó a su empresa a verla como es y tal pero nunca, nunca… No sé, yo creo que a él nadie le ayudó en la vida. Él empezó machacando ladrillo con 9 años, llenando pistas de tenis con una carretilla y haciendo otras cosas y poco a poco se puso a estudiar Bellas Artes y a profundizar en su oficio.

Estuvo en Estudios Moro, los que hacían dibujos animados en España antiguamente. Esos de [cantando de carrerilla]: “vamos a la cama, que hay que descansar…”. Los fondos los hacía él.

Yo creo que su mentalidad era: yo me lo me lo curro solo y vosotros vais a poder estudiar lo que os dé la gana, yo no voy a meterme en vuestras decisiones de futuro, pero tenéis que espabilar. Era una especie de frase lapidaria y tanto mi hermano como yo nos hemos buscamos la vida (mi hermano es diseñador gráfico), nos hemos buscando la garofa por nuestra cuenta.

Mi padre, como mi hermano, tocaba mucho el tema gráfico, pero ni logotipos ni nada de esto.

Pero en todo lo relacionado con tu padre había un cierto misterio que inició un camino, ¿no?

Sí, claro, ya te digo, siempre estaba en contacto con pinturas y yo siempre estaba dibujando… Yo creo que era más genético que otra cosa, cada uno heredamos cosas de nuestros padres y yo heredé del mío su mano.

Siempre estaba dibujando. De pequeño copiaba dibujos como los posters de Iron Maiden. Copiaba siempre monstruos. Me encantaba el cine de terror, El exorcista fue una película que me dejó marcado de por vida. Era superfan de género, siempre dibujando zombis, hombres lobo y cosas de estas…

En algunas entrevistas hablas de tus raíces en cuanto a autores y demás y hablas de que, en casa, en la colección de libros de tu padre, había algunos de ilustradores… ¿Cómo se llama el de El cristal oscuro…?

Sí, Brian Froud.

Todo este material de tu padre tenía un toque artístico, ¿le interesaba por eso o para su trabajo de diseño, para tener referencias…?

Él tenía un montón de libros de Illustrator. A ver si tengo alguno por ahí (mira en una estantería), porque al final me los quedé casi todos. No, no los tengo aquí.

Por mi edad de entonces, ya sabes, tenía mis Pato Donald y mis Mickey Mouses, todas esas cosas, pero yo también tenía acceso a libros que no eran para niños, que eran de ilustradores de publicidad, de fanzines, de cómic, pintores, tenía acceso a todas estas cosas y alucinaba, sobre todo con Brian Froud. Eran ilustraciones que tenían alma, que tenían vapor, seres que estaban sucios, que los veías moverse, podía imaginarme sus sonidos guturales…

Mickey Mouse es un ratón hecho de círculos planos que tiene la misma textura que la casa que tiene detrás. Eso no te aporta mucho. Hay como un prejuicio de que a los niños pequeños hay que darles formas simples y tal.

Yo con 4 años empezaba a alucinar con los monstruos que veía ahí y con infinidad de detalles que han quedado por siempre enmarcados en mi cabeza. Esa es la reacción que yo que tuve en aquella edad ante las ilustraciones de Brad Holland, de Froud, del ilustrador francés Caza y todos estos.

[Para aquellos que les interese, Roger, además de los mencionados, en sus entrevistas suele hablar de otros autores: Shaun Tan, David McKean, Mattotti, d’Autremer, Nicoletta Ceccoli, Ashley Wood, Alexandre Day…]

Yo, con mis ilustraciones siempre he querido provocar lo mismo en los chavales. No darles formas simples. Yo, al revés de la norma de que cuando son pequeños les compramos vestidos y ropa más pequeña, yo quiero vestirlos con ropa ya de mayor (risas) y que los dibujos por una mirada, por un gesto, por la iluminación, por lo que sea, por la textura de unos pelos… Dijeran este oso está vivo. Un poco esto, un poco lo que me pasaba a mí con esos libros.

Tú no eres ilustrador convencional de este rollo de máximas ventas si no alguien con una visión artística de tu trabajo. Te quería sacar a colación una reflexión de McKean (sé que es uno de los autores que más te gustan). Me interesó mucho, está sacada de una entrevista de El País donde habla sobre la diferencia y entre lo fantástico y lo real.

Se trata de no verlos como dimensiones excluyentes. Para mí, por lo menos, las historias y las obras de arte que solo se refieren a sí mismas, que son escapistas, que no miran al mundo real, son un… No quiero juzgar. A mí no me interesan en absoluto, aunque entiendo por qué la gente las necesita. Pero esa falta de conexión con lo real, cuando fascina a una enorme masa de gente y tiene un impacto muy grande sobre una cultura, creo que se convierte en algo muy preocupante

El problema es que muchas veces nos encontramos con un álbum ilustrado basado exclusivamente en la cultura de entretenimiento (no sólo en el álbum ilustrado sino en la cultura actual) donde se aboga por algo que no es real. Volviendo a El Príncipe de los Enredos, hay tanta realidad en el dolor que te puede causar el mal que acecha en cada esquina… Pero claro, en el mundo actual se busca proteger a los niños de la complejidad de la vida reduciéndolo todo a formas simples, se busca protegerlo de cualquier cosa que sea “mala”, como si fuera algo netamente necesario estarle protegiendo constantemente de las cosas, cuando al final probablemente es mucho peor.

Yo creo que eso es bastante evidente y está pasando.

A mí, por ejemplo, a mí de pequeño me lo explicaban todo súper claro. Yo era de los que jugaba en el exterior y me caía de los árboles y me clava clavos al escalar vallas. Qué sé yo…

Nosotros somos de una generación que hemos vivido fuera en la calle, la generación de ahora yo creo que busca ser complacida muy rápidamente y solo escuchan aquellos que le hacen caso. Cuando hay alguien que le dice algo que no le gusta, lo apartan.

Es como en las redes sociales, por ejemplo. Ahora la gente, cuando hace tal cosa y tiene millones de likes, y es fácil que piense: ostia, yo soy de puta madre. Cuando alguien le dice que no, no eres tan de puta madre, le responden: “qué vas a saber tú”. Todo esto es jodido y, en parte, la culpa es de los adultos.

Eso que dices tú que se quiere proteger mucho a la infancia es verdad. No hay que ocultarle que existen estas cosas porque luego cuando son muy mayores y se dan de bruces con esa realidad…

Cuando somos pequeños no vamos a ver La lista de Schindler y esas películas, pero hay que decirles que no todo son príncipes y princesas y amor eterno y estas cosas.

Un montón de gente se está dando cuenta del daño que ha hecho Disney con todas estas películas edulcoradas sacadas de la literatura clásica. No puede ser, no puede ser.

Yo creo que desde la realidad o desde la fantasía, ya sea en cine, libros, álbumes ilustrados… debe haber una función educativa. Ya sea para la distracción o desde el drama, se debe enfocar la función educativa.

Por eso yo estoy muy en contra de engañar, con engañar me refiero a no engañar en plan fantasía y dragones, todo esto lo podemos ver desde la frontera, sino decir algo que es así y siempre va a ser así. Soy también enemigo de las moralinas y las moralejas, hay muchas maneras de decir las cosas.

Tú eres alguien con una visión muy ética de lo que tú haces, eso se ve en tu defensa del veganismo, siempre está ahí en tu obra y tus entrevistas, ocupando el primer plano. Además de ello, sueles hablar bastante de la cuestión educativa, de la mentira, de la necesidad de huir de las moralinas y sobre todo de dejar una marca en la conciencia. Víctor Erice, el director de El Sur suele decir que todo aprendizaje se recaba a través de una herida en la conciencia. La vida tiene una parte de sufrimiento innegable, el sufrimiento está dentro de la experiencia vital. Es algo que ha de ser aceptado, pero claro, eliminar todo eso de la enseñanza con los niños, eso sí que es “mentira”. Eso que estás diciendo de realidades edulcoradas, idealizadas, lo que hace es preparar a alguien para que se dé una hostia contra la realidad, para ellos la realidad se acaba convirtiendo en un muro con el que chocas.

Entonces, podemos decir que hay autores como tú y autores más, por así decir, más complacientes. ¿Cómo se establece eso dentro del sector del álbum ilustrado?

Me molesta que se normalice la situación de precariedad y sufrimiento que viven los animales domésticos, de compañía, los de las granjas…

Ya sabemos que nadie va a sacar un libro dónde hay un campamento de verano y los niños y niñas que están en él van en pijama de rayas, están todo el día haciendo trabajos manuales para luego ponerlos en un horno y qué bien se lo pasan mientras los monitores con gorra los están vigilando sonrientes…

Nadie explicaría el holocausto judío de esta forma. Todo el mundo se llevaría las manos en la cabeza

Yo veo eso continuamente en las ilustraciones infantiles donde se hablan de granjas, zoos, circos… donde todos los animales se lo pasan de puta madre. Nunca se explica que son presos y que muchos van a morir y todas esas cosas, entonces los niños lo normalizan.

Están viendo Peppa Pig en la tele, se compran el muñeco y duermen con él, pero no saben que a la hora de la cena se lo van a comer en trocitos.

Yo no estoy diciendo que haya que ser vegano, yo estoy diciendo que tú hagas lo que quieras pero que sepas que lo que te cuentan esos libros no es verdad y lo que estás viendo en la publicidad, la tele o los anuncios, no es verdad. Tú contempla todo eso y opina y luego allá tú mismo con lo que haces.

Yo sí creo que siempre ha habido una protesta en la ilustración, que siempre ha existido la ilustración protesta, pero no es lo mismo el número de ilustradores que hay a día de hoy que hace 30 años. Entonces había unos pocos y ahora hay muchos, todo se multiplica exponencialmente y más con las redes sociales. Ahora sí que puedes mostrar tu trabajo a un montón de personas, antes o aparecías en las librerías o no te veía nadie.

A la que aparece en los medios cualquier movida, ya sea de algo que haya pasado con los curas pederastas, los movimientos feministas, lo de La Manada, el auge de los movimientos de la ultraderecha, todos estos temas, un montón de ilustradores pueden hacer dibujos pertinentes en la prensa o en otros medios.

Para mí esto es súper importante: que la ilustración tenga la función educativa de mostrar ciertas realidades y de hacer pensar.

También hay que tener en cuenta que no estamos mostrando la realidad directamente, que no somos fotógrafos que fotografían cómo están pegando a alguien o cómo alguien se está muriendo de hambre, que también tiene posibilidades de ser enfocado de una u otra manera.

En la ilustración puedes trabajar de otra manera, puedes trabajar con las metáforas y eso hace que la gente no vea directamente el hecho en sí, pero de esta forma puedes llegar un poco más al fondo de la médula. A mí eso me encanta, lo hice en Sin palabras y lo he hecho en cualquier sitio donde toco el tema de la explotación animal.

Cuando me llegan encargos para ilustrar dónde me encuentro que se normaliza el uso del maltrato animal, hablo con la editorial y con el autor y, si es necesario, les muestro fotos reales de animales donde lo que me estás contando tan happy no es así para nada, les insisto en que hacer un libro dónde se cuentan todo de esa forma, no ayuda. En la mayoría de los casos lo entienden y enfocamos la cosa de otra manera; si me dicen que no van a cambiar nada pues les digo que no lo voy a ilustrar, os buscáis a otro.

En publicidad he dejado de trabajar porque poner tus sentimientos al servicio de un engaño, no solo en cuestión de animales sino también, por supuesto, con respecto a las personas… Por ejemplo, pon que me llama una empresa de Inditex para hacer dibujos de gente súper feliz para camisetas de diseño… Pues no, porque estas camisetas sé de dónde vienen, sé quién las hace y sé cómo las hacen. No voy promover la infelicidad de mucha gente por hacer eso.

No sé si te he contestado a lo que me has preguntado.

Sí, sí, de verdad.

Me he zambullido mucho este fin de semana en tu mundo, no he hecho más que leer entrevistas tuyas y meterme de lleno en tus álbumes. Hasta me vi ayer la película de Earthling [Roger siempre relata cómo este documental narrado por Joaquin Phoenix le terminó de convertir a la causa del veganismo].

¿Te la has visto entera?, ¿pudiste? Yo no pude verla entera.

Mira, yo me dije ya no la dejo, ya no lo dejo. Me di cuenta, cuando terminó la película, que estuve todo el rato tapándome la boca con la mano. Hay un par de imágenes que me van a acompañar toda la vida. Son durísimas.

Te sugiero que, si hablamos de esto, pongas esas dos imágenes en la entrevista (risas). Tú a tu bola.

Bueno yo casi prefiero lo que has hecho tú. Yo creo que hay dos niveles de conciencia aquí, tú lo has hecho muy bien en Sin palabras, jugando al lenguaje poético, hablando de una manera abstracta pero emocional de lo que está ocurriendo. Después está Earthling es algo tan crudo que es difícil de soportar. Yo un par de veces me dije: voy a apagar porque si no voy a tener pesadillas esta noche. No sé cómo llegué hasta el final. Es otra dimensión, una dimensión de horror puro… Bueno, ya me estoy yendo un poco del tema de….

Fue ver este documental y fue cuando decidí dejar de comer carne porque yo amo, me encantan los animales. Ya de pequeño me encantaban y no era muy coherente cuidar de mis perros, cuidar de un pájaro herido y permitir que suceda el maltrato animal. Fue cuando me dije: no estoy siendo coherente

Porque nos engañan. Tú lo has dicho, porque todas estas ilustraciones (y otros canales comunicativos donde nos aproximamos al tema) van esculpiendo nuestro imaginario colectivo. Es lo que dicen en el documental, nunca se ven estas escenas tan crudas del maltrato animal: porque no interesa, porque al final lo que interesa es que sigas comiéndote tu filete despreocupadamente. Es un tema de conciencia, no te quieres dar por enterado, cómo vas a pensar que los animales sufren. Uno se queda con la idea que te han vendido, pero después cuando asistes a la realidad, cuando ves cómo usan una picana… Te quedas consternado

No siempre las usan. Tú piensa que es lo primero en lo que se abarata, en donde primero recortan el presupuesto las empresas que gestionan estos animales de consumo es en su bienestar. Sí que invierten en salubridad, sí invierten en eliminar las bacterias, pero en cómo matarlos o que estén más o menos incómodos o que sufran más o menos, eso es en lo que menos invierten y si los tienen que hervir vivos, pues los hierven vivos.

Hay que entender que tras la necesidad de opacar el maltrato animal y la necesidad de conformar la conciencia del niño para que esto y otras cosas similares sucedan se encuentra el productivismo El productivismo actual se basa en el consumismo. La producción de bienes no debe parar nunca. Para ello necesitamos explotar el consumismo de los niños. Estamos generando niños frustrados: un consumista debe tener una fácil capacidad de frustración porque si tú te frustras rápido siempre vas a querer ir renovando. Además, un consumista no debe tener mucha conciencia del mal que puede producir su hábito insaciable de consumir, simplemente debe hacerlo. La frustración es muy egoísta, nos encierra en nosotros mismos y nos hace impermeables a la empatía con los problemas de los demás, ya sean personas o animales.

Tú imagínate… ¿cuántos años tienes Quique?

Yo 45.

Yo 43… Tú imagínate que a nosotros cuando teníamos 11 años nos dan uno de estos (enseña a la pantalla un móvil). Vamos, alucinamos. Tú le das esto a un niño de 12 años y al año siguiente encima quiere otro.

Volvamos al álbum ilustrado. Algo que dijiste en otra entrevista tiene mucho que ver con todo esto es

Cuando entro en una librería y voy a la sección infantil/juvenil enseguida se diferencian dos clases de libros: los fluorescentes de colores hipersaturados forrados de purpurina, y la zona “neutra” que le digo yo, colores más apagados, donde prevalece la búsqueda de atmósferas y armonías de colores que van desde los más neutros a algún que otro más saturado, llamando al punto de atención… esos son los que yo busco.

Es decir, hay dos tipos de bienes de consumo cultural: uno es para que te quedes ahí para que seas pasivo y lo consumas sin más. Estos carecen por completo de profundidad y están articulado a base de estereotipos…

Bueno esa es mi decisión personal hay gente que le puede gustar lo otro…

Perdona que te interrumpa. Es un poco lo que decía McKean: el problema no es que haya gente que le guste, el problema es que eso se convierta en algo generalizado.

Es fácil de entender cómo se produce: las empresas que tienen más pasta hacen más publicidad. Tienen el póster más grande. Pueden llegar a cualquiera fácilmente a través de la televisión, del merchandising: carteras, muñecos, bolis, camisetas, de todo…

Tú vas a la librería de Alcampo y el álbum “fluorescente e hipersaturado” es lo único que hay. Yo me quiero imaginar que el álbum ilustrado puede ser un bastión a la hora de educar.

Te miras uno de esos canales de 24 horas emitiendo dibujos animados y no puedes evitar pensar que deben volver a los niños epilépticos. Hay algunos como los de las Monster High donde todo es: venga nos vamos a maquillar, vamos a bailar, vamos a… Yo añoro La bola de cristal, añoro La cometa blanca, añoro esa época donde nos hacían pensar. Ahora, nada, a desenchufarse viendo la tele, con las pupilas abiertas y babeando y a tragarte todo lo que te estamos metiendo.

Te quería preguntar ¿cómo piensas en los niños cuando creas? ¿Piensas en general, en cómo va a recibir un niño tu trabajo o piensas incluso en el niño que eras tú, que sigue estando dentro de ti? Creo que se lo he leído alguna vez a Roberto Aliaga, él hablaba de que para comunicarse con los niños hay que seguir siendo ese niño ¿Tú te diriges a esa parte de niño que hay en ti o el proceso de comunicación con tus pequeños lectores se hace de otra manera?

No, no, yo soy el niño de entonces y cuando me pongo a trabajar lo hago conforme al niño que yo fui, dibujo las cosas que me hubiera gustado ver. La capacidad perceptiva de los niños es muy grande, se fijan en las cosas, al contrario de los adultos que pasan, a no ser que hablemos de aquellos adultos que se apasionan por los álbumes ilustrados o aquellos que tienen una cercanía con los temas artísticos. Un chaval se queda con todo.

Cuando construyes un personaje y a ese personaje le pones un descosido en un lado de la camisa y si el descosido se va repitiendo lo largo de todas las veces que aparece el personaje… Ese descosido no tiene nada que ver con la historia. Se lo vas haciendo cada vez más grande y no tiene protagonismo porque está escondido… Sabes que el niño se va a dar cuenta y el adulto no.

Esa parte que yo conozco del mundo de los niños, mi experiencia directa con esos niños que se fijan, constituye un 20% de lo que estamos hablando; el otro 80% es ese niño que fui yo.

Es el modo que yo tengo de vivir la vida: cuando estoy con gente, con los amigos, cuando doy charlas o cursos, estoy siempre diciendo mil paridas, no paro. Cosas muy infantiles, muy naifs. Me río mucho, eso es lo que hace que me mantenga

¿Te acuerdas de las piedras de Indiana Jones que brillaban?, ¿aquellas en el templo maldito que tenían el poder de iluminarse? Son como las piedras mías que están ahí iluminándome todo el rato.

Sí, es una mezcla de los dos, pero sobre todo la del chaval que fui.

Yo es que a muchos niños de hoy en día es que les pillo poco, porque son de una generación que tienen cosas que yo no tuve cuando era pequeño y no les entiendo. Tienen salidas que me chocan con las cosas que yo recuerdo de cuando yo era niño y mis amigos eran niños. ¿Entiendes lo que quiero decir? Es un lenguaje distinto.

Yo no tengo hijos, no estoy en contacto constante con ellos, pero veo cosas… ¡a veces te salen con unas cosas! Ahora los niños de 10 años hacen cosas que nosotros las hacíamos cuando teníamos 18. Vale, me lo invento, exagero, pero es que todo lo que ocurre con los niños es muy exagerado. Cada vez los entiendo menos (risas).

Tú los tienes 24 horas contigo, sabes cómo va.

A veces te choca. Te das cuenta que nuestro tipo de sociedad está generando un tipo nuevo de ser humano

Eso es lo que te comento, es un nuevo tipo de ser humano que no lo tengo muy asociado.

Es un tipo nuevo de niño, pero como cualquiera necesita la verdad. La verdad tiene una fuerza transformadora frente a la mentira, la moralina…

Hay que subirse más a los árboles.

Una de las cosas que sobresalen al hablar de tu estilo es la autenticidad. Ya lo comentaba en la reseña del libro de El príncipe de los enredos respecto a algo de lo que hablabas en otra entrevista: “los acrílicos, por ejemplo, no los soporto porque me da la sensación de que estoy trabajando con plastilina líquida” además sobre este tema de la autenticidad sueles hablar del retoque digital…

El acabado que yo busco es plástico y, o eres un súper virtuoso del digital o se nota mucho. Me gusta que se vea el gesto humano, que se vea la materia, me gusta dibujar.

Ahora todo el mundo le ha dado por coger los iPads y Pros y estas cosas y está muy bien, pero yo veo todo esto como una herramienta más.

Personalmente, soy enemigo de hacerlo todo con eso. A mí me gusta estar, meterme en la la materia, entender que cuando uso este tipo de pelo, este tipo de pincel, buscar esta textura… Yo disfruto con eso, para mí es muy gratificante

El otro día estuve en Zaragoza escuchando a Javier Olivares, comentó que él lo hace todo a mano, muy plástico y que el digital está muy bien pero que le plantea un sobreesfuerzo mental porque son otros cánones los que juegan allí: que si las capas con las que debes trabajar, que si todo lo manejas con mil botoncitos, todo ello te hace pensar en mil cosas y eso te cansa de verdad. A mí, desde luego que me cansa y luego está el hecho de que al trabajar sin ordenador, tú tienes originales que puedes exponer, que puedes vender y puedes guardar.

El otro día formateando el ordenador con mi hermano (yo soy muy negado para estas cosas) perdí casi 5.000 fotos. He perdido fotos de cuando yo tenía 30 años, no me queda ninguna, ningún tipo de documento de cuando yo tenía esa edad. Las he perdido todas, pero sí conservo las fotos de papel de cuando era pequeño.

Hay otro factor sobresaliente en tu estilo que es el de la sensorialidad, porque tu lenguaje visual es muy sensorial y también el vínculo que tienes con lo que haces. Me imagino que para alguien como tú con esa necesidad de autenticidad, en todos los sentidos, el ordenador es una especie de muro para sacar el máximo rendimiento a tu sensibilidad sensorial.

Bueno es un muro para crear ese tipo de efectos que me da la pintura, el ordenador es la herramienta que no me va bien para crear aquello que yo quiero mostrar, del mismo modo que no usaría lejía y un rodillo para pintar un personaje pues no usaré un ordenador para partir de cero con nada; del mismo modo que uso óleos en vez de wuash?? o pinceles de cerdas duras y planas en vez de pinceles sintéticos redondos.

Es que el ordenador es otra herramienta más y me sirve básicamente para llegar a todo el mundo y enviar los originales a la editorial, bueno en realidad las copias porque ningún ilustrador enviamos los originales.

¿Los originales pertenecen al autor?

Siempre, siempre. Tú le cedes los derechos de reproducción a la editorial, pero el original si lo quieren te lo tienen que comprar a 400.000 millones (risas).

Respecto a la búsqueda del estilo. Entiendo lo que implica porque aparte de guionista, he escrito relatos literarios ¿Tú no ves la búsqueda del estilo como una búsqueda personal? Me refiero a la búsqueda de uno mismo. Más allá de la vía artística, en la vida uno siempre se está buscando a sí mismo ¿Hay una conexión en la construcción de la persona y la construcción de la visión del artista o son cosas separadas?

No, siempre van juntas. Si te fijas en el trabajo de diferentes ilustradores, pintores, lo que sea, lo que hacen va siempre muy ligado a su personalidad. A mí me pasa lo mismo y me gusta observarlo y también forzar mis límites. Me gusta tocar muchas teclas, me gusta dibujar desde álbumes divertidos a cosas serias o realmente oscuras. Intento transformarme tanto para niños como para adultos. Me gusta meterme en esos diferentes mundos.

Respecto al estilo, todos (artistas o no artistas) tenemos uno propio que plasmamos en lo que hacemos. En la escuela tú no sabías nada de escribir y cuando te mandaban hacer una redacción de clase el profesor podía poner un nombre a cada uno de los textos sin que lo supiera desde el principio, solo leyéndolos.

Siempre dejamos una huella y ésta, evidentemente, tiene mucho que ver con cómo te ha tratado la vida, tus experiencias y eso se puede percibir en la mirada de tus personajes, en cómo les vistes, en los ojos que le pones. Todo ello refleja perfectamente quién eres.

Por supuesto, yo he tenido un tipo de vida que ha conformado un tipo de personalidad y un estilo propio, pero me gusta ir más allá de todo ello, meterme en la piel de otras personas, me gusta representar algo imaginándome que he sido alguien que no he sido.

Si tengo que trabajar en un libro que hable sobre el maltrato de género, el machismo, lo que sea, me meteré en la piel de los personajes, del tema en sí e investigaré, miraré documentales, estudiaré las expresiones de una víctima, profundizaré en el tema del maltrato machista. Yo no he sufrido el maltrato machista pero podré meterme ahí cómo hace un actor para representar el papel de una película.

Eso es lo que tengo que transmitir. como si lo hubiera dibujado alguien que entiende y ha vivido lo que ha pasado. Siempre con todos los respetos, claro. Cuando tengo que hacer algo divertido soy el más payaso de todos y cuando tengo que explicar la muerte de un ser querido tengo que meterme en la piel de alguien que ha perdido un ser querido…

Sí que tenemos un carácter propio, una raíz, pero esa raíz tiene que expandirse a otras personalidades para poder ejercer estas historias.

Hace poco trabajé en libro sobre ciegos. Yo no sabía nada sobre el mundo de los ciegos, por ello estuve con personas ciegas, hice un taller con un escultor ciego, me chupé un montón de documentales, ley como cinco o seis libros, tanto de ficción como de tipo documental y, cuánto entendí lo que son y lo que sienten, es cuando me puse a trabajar.

A medida que voy avanzando en la vida voy haciendo esto cada vez más. El proceso de investigación para cada trabajo depende mucho del tiempo que tienes, uno de los principales problemas para hacer esto en profundidad tiene que ver con las fechas de entrega, claro.

Te agradezco mucho la entrevista, desde que cayó en mis manos El príncipe de los enredos he deseado fervientemente hablar contigo y con Roberto Aliaga (dentro de poco, queridos lectores). De veras, gracias por la entrevista y por todo lo que haces porque al fin y al cabo tus ilustraciones son un regalo para gente como yo. Un abrazo enorme.

Bueno cuelga tú que si no cuelgo yo queda feo.

Cuelgo yo (risas).